Horca y Pendón
Horca y pendón: Dícese de aquella poda que se realiza desmochando el árbol, dejando sólo unas cuantas ramas grandes ahorquilladas (tres o cuatro es lo normal) y otras sencillas. Con el tiempo el árbol adquiere la forma de un gran candelabro, siendo el objeto de esta poda conseguir una copa amplia, redondeada, muy iluminada y por lo tanto potencialmente productora de mucho fruto.
Hoy subimos a la Sierra de Madrid, más concretamente a Robregordo, donde AssMan y su simpática sidekick la SuperMadrileña nos enseñaron cómo funciona realmente este negocio de la ciencia. Ambos superhéroes son ingenieros de montes, y parte de su trabajo de campo requería una ardua tarea de contabilidad y análisis de ciertos robles en la mencionada zona (si queréis más detalles sobre dicha investigación, tenéis que preguntarles directamente a ellos; no creo que les haga mucha gracia que vaya revelando yo aquí sus ideas).
Cuando me ofrecieron participar no pude ocultar mi entusiasmo; he de confesar que éste se diluyó un poco cuando me contaron el método a seguir para efectuar la contabilidad de los árboles. Esta ciega e irracional desconfianza estaba producida por mi falta de conocimiento del tipo de terreno, principalmente porque yo imaginaba una zona boscosa a lo "Bosque de Endor", completamente plano y donde centenas de árboles dominan el paisaje. Nada más lejos de la realidad:
Robles, acebos, algún que otro cerezo y otras especies están desperdigados sobre la pendiente de una montaña. Un riachuelo corta diagonalmente en un caprichoso zig-zag, y en su curso se concentran gran parte de los objetivos perseguidos hoy.
Cada uno de los principales ejemplares posee un chip que los identifica; dicho chip ha sido cuidadosamente insertado mediante el uso de una pistola, que por desgracia no he sido capaz de ver. La fotografía que acompaña estas líneas muestra el detalle de la cicatriz dejada, que no es más que pasta de madera artificialmente puesta sobre el orificio. Aunque no se puede comprobar muy bien con tan sólo dicha imagen, el diámetro es aproximadamente como el de una moneda de veinte euros (pincha en cualquiera de las fotos para verlas en grande).
El dúo dinámico portaba, además de cintas de medición, un curioso lector de chips. Tan sólo pasar dicho cachibache cerca de la cicatriz, te informa del número asignado al ejemplar en cuestión. Los árboles son posteriormente localizados sobre "ortofotografías" en las que se muestra la zona a vista de pájaro.
El método de cuenta es curioso: en lugar de enumerar efectivamente cada uno de los ejemplares, se realiza una aproximación: uno se sitúa en el centro de la parcela en la que se están haciendo las mediciones, se abre un radio de aproximadamente veinte metros, y se cuenta el número de árboles "interesantes" dentro del círculo correspondiente. Una sencilla fórmula matemática aplicada al número conseguido nos ofrece una razonable estimación del volumen real. Ingenioso, ¿verdad?
En la foto siguiente podéis apreciar, no sólo la estampa de los cinco aventureros, sino también los artilugios de los cuales nos servimos para realizar el trabajo.