Este fin de semana es el tradicional “recruiting week” del departamento. Eso quiere decir que se invita a todos aquellos recién licenciados universitarios que han expresado interés en hacer el doctorado en matemáticas en la Facultad. Pasan unos días conociendo las instalaciones, el profesorado, los alumnos, y por supuesto los mejores restaurantes de la zona, así como las discotecas, baretos, etc. Un chollo: les pagan tanto el viaje como la habitación en el hotel durante los tres días de visita, y no les dejan que desembolsen un duro en comida. Lo mejor de todo—o peor, según se mire—es que se suele organizar también el “talent show”: se alquila un escenario por una tarde-noche, y todo aquel que tenga algún talento oculto tiene la oportunidad de salir y demostrarlo. Este año por desgracia ha sido bien corto, pero recuerdo hace un par de años donde tuvimos que pedirle a gente que se cortase, porque éramos demasiados.
Por lo general el espectáculo empieza con los hijos de los profesores enseñándonos la última pieza que están aprendiendo en el instrumento que les toque. Niño al piano, niña al piano, niño a la guitarra, niña al violín, etc. Una vez han pasado todos los críos, empieza el cachondeo: Bailes tradicionales (recuerdo una compañera china toda emperifollada hace un par de años, precioso), profesores sorprendiendo con un blues aquí, un Simon&Garfunkel allí, una canción picarona por el otro lado… y luego las originales: el rapero matemático, el profesor que demuestra un teorema al mismo tiempo que hace malabares con tres pollos de plástico, o el colgado que lee un número kilométrico—cifra por cifra—como si fuese un poema, a lo Moncho Borrajo. Y no podemos olvidar una de las joyas de esta noche: mi director de tesis contando chistes. Joder, y eran buenos y todo, sobre todo la historia que se ha montado con lo del tabaco. Se trajo su proyector, conectado a su portátil, y acompañó la historia con imágenes de las advertencias en los paquetes de tabaco de su país (Canadá). Eso si que asusta. Si puedo colarme en su servidor y mangar la presentación, la cuelgo por aquí; además, por supuesto, de trozos del espectáculo (si, lo hemos grabado).
La otra joya de esta noche fue una grata sorpresa. Aparece en el escenario este supuesto alumno del doctorado que no he visto en mi vida, y se sienta al piano. Al anunciar el nombre de la pieza, algunas cabezas se levantan en la audiencia con incredulidad, y por lo que me contó un compañero, en algunas zonas del teatro se oían de fondo algunos comentarios en voz baja: “
¿el 'Tolling Bell' de Liszt? ¿en serio? ¿quién se ha creído, el de 'el pianista'?”. De pronto, se masca cierta tensión en el ambiente, que el chaval al piano acrecienta pues se toma un tiempo en comenzar, mientras hace una especie de ejercicio de concentración… y por fin se decide a tocar. ¿Cómo describir los siguientes diez minutos? Sinceramente no podía dar crédito a mis oídos. Creo que esta noche todos los asistentes fuimos bendecidos con la actuación de un virtuoso, y lo mejor de todo, que ninguno lo esperábamos.