Chistes sobre científicos
No me suelen gustar—quizá porque siempre salimos peor parados los matemáticos—pero hay que reconocer que la literatura al respecto está creciendo tanto que hasta el Notices se ha apuntado al carro y en sus páginas se ha publicado un artículo entero sobre chistes sobre nuestro oficio. El viernes oí el último, y he de decir que, aunque en su momento no fue apreciado como merecía, tras un cuidadoso barruntar he decidido que de hecho era bastante bueno, pero que si hubiese sido contado en forma de adivinanza en lugar de chascarrillo hubiera tenido mucho más éxito. Ahí va la transformación:
Alfredo y Ginebra se conocieron en la Universidad. Uno de ellos hacía Físicas, y el otro Matemáticas. Terminaron juntos la carrera, se casaron, viajaron al extranjero para hacer el doctorado en la misma Universidad, y allí los tenemos hoy en día. Una noche en la que a los dos les apetecía tomarse unas cervezas y estar solitos, decidieron ir en coche a un bar en las afueras del campus; uno de esos garitos con mala iluminación, peor reputación, y precios a juego. Comparte aparcamiento con el de un motel barato, una tienda de comestibles y… me estoy yendo por las ramas.
El caso es que Alfredo descubre, después de la quinta copa para su pesar, que ha perdido las llaves del coche. Así que se levanta, tambaleándose por el efecto del alcohol, y se dirige al aparcamiento a buscarlas. Su mujer se tira al suelo y rebusca entre las servilletas, las colillas y las cáscaras de cacahuetes hasta que por fin da con ellas. Se reúne con su marido, que sigue fuera buscando en balde, y le espeta: "Lo más lógico es que lo intentases dentro, que es el único sitio donde se te podían haber caído. ¿Por qué no las has buscado allí desde el principio?". Alfredo responde: "Joer, porque aquí hay más luz".
Así que ese era el chiste, y aquí va la pregunta: ¿Quién era el físico, y quien el matemático? ¿Por qué?