Oh, the Humanity!
Oí por primera vez de la broma de Orson Welles a los nueve años, gracias a un texto en inglés que nos proporcionó Sally en su academia. Ahí contaba como Welles, en su papel de director del Mercury Theater, radiaba desde su especial de Halloween en 1938 como la Tierra era atacada por marcianos. Según su relato, el primer ataque se produjo en una pequeña ciudad de granjeros en el estado de Nueva Jersey, Grovers Mill, a pocos kilómetros de la Gran Manzana. El estado de la telefonía de aquella época, la poca sofisticación científica propia de esos años en todo el mundo, y unas cuantas llamadas de agencias de noticias a periódicos y cadenas de radio locales provocó que la central de comunicaciones del pueblito en cuestión y las urbes de los alrededores se colapsaran en cuestión de minutos. Familiares, amigos, conocidos… todos ellos llamando al mismo tiempo para cerciorarse que lo que estaban oyendo por sus transistores era tan sólo una broma y, como bien había planeado el señor Welles—por aquel entonces un veinteañero con mucho futuro por delante—cundió el pánico entre sus oyentes: varios millones de estadounidenses.
El resto de americanos, que estaba sintonizado al genial ventrílocuo Edgar Bergen, no se enteró de la broma más que por sus vecinos al día siguiente. El estado de caos terminó en una queja formal contra el programa de radio, que a punto estuvo de costarle el puesto, una multa y unos días de carcel al director de la Mercury. Pero éste fue "salvado por la campana" por la prensa, que apremió al pueblo americano a que no fuese tan crédulo y le diera a Welles crédito por su genial arrebato. Es célebre la siguiente frase de Alexander Wolcott, por entonces uno de los más famosos críticos de arte de la época. Mucho doble sentido y mucha mala leche, la de este señor quien, dirigiéndose a Orson Welles por telegrama, le espetaba:
"This only goes to prove, my beamish boy, that all the intelligent people were listening to the dummy, and that all the dummies were listening to you!"La lectura de esta "proeza" me hizo cobrar un gran interés por la radio norteamericana, y al llegar a este país no tardé mucho en averiguar dónde podía hacerme no sólo con una copia de la reproducción original del "War of the Worlds" de la Mercury, sino también de cualquier documento sonoro producido por cualquiera de las grandes compañías de comunicación de los Estados Unidos. Así, en pocos meses me hice con una bonita colección de momentos históricos en mp3: anuncio de Pearl Harbour siendo atacado por los japoneses, el divertido diálogo "Who's on First" entre Abbot y Costello, escándalos políticos y, mi otra joya personal, el relato de un novato periodísta—Herb Morrison—quien, como primer encargo para la cadena de radio para la que trabajaba, se preparaba para retransmitir el aburrido aterrizaje del Hindenburg, el seis de mayo de 1937. Para su sorpresa y la de todos los oyentes, un accidente en el zepelín provocaba una pequeña llama en una de las aletas de popa, que en cuestión de segundos se expandía en una intensa llamarada que consumió el resto del aparato. Lo intenso de la situación, algunos pasajeros y miembros de la tripulación saltando desde el dirigible y estrellándose contra el suelo… Morrison no supo contener la emoción y rompió a llorar. Entre sus frases entrecortadas, intentando explicar al resto del país el infierno que estaba viviendo, soltó un "Oh, the Humanity!" que aún después de haberlo estado oyendo frecuentemente durante varios años, me provoca un escalofrío cada vez que suena.
Afortunadamente hay mucha gente con aficiones similares, y así no es difícil conseguir tales documentos, y también prácticamente cualquier programa radiado desde los años veinte: series de ciencia ficción, con la actuación estelar de Isaac Asimov o Ray Bradbury; las barrabasadas de Groucho en cualquiera de los programas a los que era invitado; las aventuras de Sherlock Holmes con William Guilette, Peter Cushing o Jeremy Brett; la retransmisión original y nacimiento de "The Shadow" y otras series sobre crimen, horror, superhéroes, o detectives privados propios del cine negro (San Spade, Johnny Dollar, Nero Wolfe, etc.)
Si estás interesado, pásate por la etiqueta "OTR" (Old Time Radio) de Live365.com y hazte miembro (es gratis) de cualquiera de las cadenas allí listadas. Los locutores estadounidenses de los años veinte-treinta-cuarenta, a diferencia de los actuales, tienen un inglés fluido, bien vocalizado y académico, lo cual permite que te enteres de casi todo, incluso si tu inglés no es muy avanzado. Te recomiendo en especial, las de OTRNow y KNR: retransmisiones variadas, bien elegidas e interesantes; con una ligera tendencia a las series de suspense y a la ciencia ficción.
Por cierto, ¿sabes si es posible conseguir algo similar en castellano? Lo que daría por tener en mi colección una retransmisión original de Gomaespuma, la final del Gamper del 73, el primer "Estado de la Nación" de Luis del Olmo, o cualquiera de las tardes que pasé con la oreja pegada al programa de Julia Otero en Onda Cero.