EsePrimo

2005-11-06

The Aristocrats

The Aristocrats” es el nombre de un chiste clásico en las culturas de habla inglesa. Tiene un final muy flojo, y por lo general es de muy mal gusto. ¿Qué tiene de especial este chiste como para que hayan hecho un documental sobre el? Durante hora y media unos cien humoristas cuentan anécdotas relacionadas con el chascarrillo, referencias históricas, diferentes variaciones, y sobre todo, su propia versión.
Todo empieza con la visita de un individuo a una agencia de artistas. El individuo presenta una descripción de un número en el que ha estado trabajando junto con su familia, animales de compañía incluidos. El número incluye una larga lista “a la Cluje” de perversiones sexuales y violencia, y termina con un asustado agente preguntando incrédulo el nombre del número, a lo que el individuo contesta: “¡Ah, si! Lo llamamos 'Los Aristócratas'.”
Ningún humorista en su sano juicio osaría contarlo en público, o en televisión (¿o quizá si?), pero cada comediante lo conoce de sobra, y es capaz de presentarlo incluyendo su toque personal. Es utilizado a modo de “calentamiento” antes de una actuación, e incluso como motivo de competición en fiestas privadas (a ver quién es capaz de contarlo incluyendo el mayor número de miembros familiares e “innovaciones”, así alargando el tiempo de presentación a la par que manteniendo el interés de los interlocutores.
En particular, recuerdo sobre todo varias escenas que me dejaron sin respiración, o al borde de orinarme en los pantalones: Bob Saget (el papá viudo de “Padres Gomosos”) sorprende por lo descriptivo de su versión, así como el lenguaje obsceno que emplea. Nadie lo diría, por el tipo de trabajos en los que aparece, pero por lo que cuentan las malas lenguas Bob tiene la “boca más sucia del negocio”. La de los críos de South Park tampoco tiene desperdicio (puedes verlo en la página de trailers de rottentomatoes). Por supuesto, el que lo cuenta es Cartman, el gordito depravado; el niño se embala, y en la sala es muy difícil comprenderle con la risa del púbico de fondo, pero varias palabras clave destacan claramente que hacen de esta versión una de las más impresionantes. Un mimo representa el chiste en plena calle, un prestidigitador hace las delicias de su público contando el chiste a la par que descubre las cartas poco a poco… Otra que va a ser difícil de olvidar es la versión de Mario Cantone haciendo de Liza Minelli: para morirse de la risa.
Una joya de la cinematografía contemporánea; llena de giros, dobles sentidos y guiños al espectador, en principio diferentes adaptaciones del chiste no deberían ser muy difíciles de traducir al español, pero dudo mucho que el mejor equipo de dobladores pudiese tratar este documental de forma efectiva, dotando de pleno sentido y siendo fiel al espíritu de la película.

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