Uno de cada uno
Una nueva etapa se abre en mi vida; va a ser corta, fría, llena de trabajo y lejos de aquellos que conozco y con los que he compartido mis últimas vivencias. A pesar de ello miro con sumo deseo el día en el que todo empiece porque algo en mi interior me dice que salir vivo de esta experiencia, no importa lo malherido al final, implicará que unas cuantas puertas tanto profesionales como personales van a verse abiertas de par en par. Es esta idea la que me mantiene cuerdo estos días, a pesar de la pesadez de los papeleos (una nueva casa, un nuevo trabajo, seguros médicos, mi investigación, los trámites de mi tesis…) y la tristeza de dejar atrás comodidad y seguridad por la incertidumbre del crudo invierno.
Pero una vez allí, tras un duro día de charlas, clases, discusiones de un problema alrededor de un café, estar hasta las tantas repasando una y otra vez cuentas, las tácticas, los resultados… como siempre, tan sólo el recuerdo de todos vosotros me va a devolver al mundo de los vivos y cuerdos. Es por eso que llevo un objeto—y sólo uno por cada uno—que me traerá cada noche antes de dormirme vuestra conversación. Un objeto que me recuerda vuestra sonrisa, o ese gesto generoso, o esa palabra agradable. Un mero objeto cuyo olor o tacto evoca aquel momento que define la razón de la relación con otro amigo. Aquí tengo los dos primeros objetos (en ningún orden particular):
Cerezas es levantarse a las tantas de la madrugada. Cerezas es llegar al campo con las primeras luces del alba, montarse una cesta al hombro y cantar, para que sepan que no te las estás comiendo. Cerezas es lamentar que nuestros destinos profesionales se alejaran tan pronto de aquella manera. Siempre lo he pensado: nosotros dos juntos habríamos llegado lejos en cualquier cosa que hubiésemos querido. Pero juntos. En trece años largos no he encontrado nadie con el que una colaboración profesional diese tanto fruto, y al mismo tiempo la afinidad en lo personal fuese tan fuerte.
Una copa de vino es como una casa grande donde te sientes en familia. Una copa de vino es frágil, como una niña que tiene sueño y te echa los brazos encima para que la pasees por la habitación hasta que cae dormida. Una copa de vino es alegre como el líquido que contiene, y canta, y ríe, y habla por los codos, y calla, y observa. Una copa de vino es generosa, y tiene detalles que salen del corazón; detalles que no se compran con dinero. Vais y venís sin parar: nuestras vidas se cruzan, se alejan, se vuelven a juntar y, como el mar y la arena bajo la luna de madrugada, nuevamente se separan, dejando detrás una preciosa playa plateada.Mira, la caja está todavía vacía. Aún quedan más objetos.