EsePrimo

2005-05-07

costumbres nupciales

…o más bien pre-nupciales. Esta noche la novia nos comentaba como en este país, una de las costumbres es enviar una invitación de boda ni más ni menos que a la Casablanca. Aproximadamente cuatro semanas más tarde, la pareja recibe una carta del mismísimo presidente lamentando no poder acudir al enlace, pero felicitando personalmente a los novios y deseándoles lo mejor en su futura vida como marido y mujer.

Tras la conversación, recordé otra muy parecida durante una cena en casa de unos amigos koreanos. A la mesa estábamos sentados turcos, chinos, koreanos y españoles; cada uno contó un poco sobre las costumbres asociadas a bodas y preparativos nupciales en nuestros respectivos países. La más alucinante, la de nuestro colega el chino: No recuerdo exactamente de qué parte del país es, pero lo que no olvidaré nunca fue su relato de cómo en su región, el novio ha de buscar a su futura esposa a su casa. Sencillo, en teoría. Lo "gracioso" de la situación es que el vecindario entero está esperando pacientemente al chaval para darle una paliza en cuanto aparezca. Si realmente quieres casarte con la moza en cuestión, te las tienes que ingeniar para llegar al portal y reclamar a tu mujer, cueste lo que cueste. Y por supuesto, vale todo: sobornar a algunos vecinos, pedir la ayuda de familiares y amigos para que creen maniobras de diversión… cualquier truco es bueno.

Para nosotros, los que nos hemos criado en un seno pseudo-cristiano-católico, también hay un par de detalles graciosos a contar. En la última boda a la que acudimos en los USAS, el cura se encargó de dar un repaso a las tradiciones, y de paso explicar como éstas han ido influyendo en darle forma a la ceremonia tal como la conocemos hoy en día.

Antiguamente, cuando una niña nacía en el seno de una familia, el padre era visitado por los "representantes" de familias de pueblos vecinos. Cada uno de estos representantes pedía la mano de la cría para alguno de los hijos de la familia representada, y a cambio se ofrecía una sustancial recompensa en forma de tierras o animales. Cuando el padre de la niña encontraba una buena oferta, se cerraba el trato y ambas familias firmaban cierto tipo de contrato.

Cuando la niña se convierte en mujer, el padre del novio prepara la boda. Por supuesto, en todo este tiempo, al futuro marido no se le ha permitido conocer a su prometida, no vaya a ser que ella resulte ser un cardo borriquero y él se termine fugando a la menor ocasión. De hecho, el novio no tiene la oportunidad de verle el rostro a su futura esposa hasta después de la ceremonia; de ahí el famoso velo nupcial.

Otro tema delicado es el de los testigos y padrinos: el padre de la novia entrega a ésta al novio, que a su vez es entregado por el progenitor de él (con el tiempo, ha sido la madre de este último la que hace los honores). Los testigos por parte del novio eran los hermanos menores y primos no casados. Las damas de honor, las hermanas menores y primas. En caso que, por ejemplo, el novio decidiera rajarse a última hora y no dar señales de vida, su padre forzaría al siguiente hermano a casarse con la chavala; del mismo modo, si la novia no apareciese, cualquiera de sus damas se vería en la obligación de tomar su puesto. Cualquier cosa, menos romper el contrato nupcial.

Afortunadamente, hoy en día las cosas han cambiado bastante.

Un favor a los pocos que caéis por estas páginas. Contadme cualquier detalle nupcial que hayáis oído, no importa de qué cultura o sociedad. También, si no os importa, os pediré que me aconsejéis o bien como redactar o cómo buscar ejemplos de presentaciones de recién casados. Veréis: en un par de semanas voy a apadrinar mi primera boda. Dr.Spinach y Wannkie se nos casan, y la familia de ella espera que un humilde servidor diga unas palabras durante la cena. Por supuesto, no tengo ni idea de cómo organizar este tipo de charlas, qué decir, etc. Cualquier tipo de ayuda es bienvenido.

Por cierto, en la fotografía que acompaña estas líneas estamos los tres primos (¿quién soy yo?), disfrutando de un habano en la boda de Vir. Ocasión de oro para lucir chaqué y apreciar no sólo el sabor de un buen puro, sino también regalarnos con los mejores vinos y, como no, el placer de estar en familia.