EsePrimo

2005-07-08

Antes de Wavelets

El descubrimiento y posterior explotación de las propiedades matemáticas de las ondículas nos permite hoy en día comprimir información considerablemente, de modo que llevar en el bolsillo todas las óperas completas de Verdi, la discografía de tu grupo musical favorito, un par de libros y las fotos del último verano es una hazaña que no produce asombro a nadie. Pero, ¿cómo nos las ingeniábamos antes del advenimiento de esta nueva tecnología?

Al igual que Algernón en su Cosa Húmeda, yo también he sentido un poco de nostalgia por aquellos viejos tiempos, y copiando un poco su idea, me permito incluir un par de ejemplos de aquellos "maravillosos años":

¿Eme-Pe-Cero?. Hice la objeción trabajando para un proyecto conjunto entre la ONCE y mi Facultad. Mi cometido, grabar en cintas de audio libros enteros que se usan para estudiar los primeros cursos de Matemáticas. Este formato permite complementar los incómodos libros en Braille, e incluso sustituirlos en condiciones especiales (como estudiar en el autobús). Trabajábamos con unas máquinas especiales, que permitían cuatruplicar la capacidad de una cassette normal; ¿cómo se realizaba tal compresión? Por medio de dos sofisticadas manipulaciones:
  • La máquina tenía dos velocidades de grabado; normal y lenta. Al grabar sobre la cinta a mitad de velocidad, cabe el doble de contenido.
  • Grabado parcial: Dada la escasa calidad de sonido que es necesaria para reproducir un monólogo, es posible usar tan sólo parte de la cinta. En este caso, la máquina permitía hacer la grabación sobre la parte superior o inferior de cada una de las superficies de la banda magnética independientemente. Eso permite de nuevo duplicar la capacidad de cada cassette.
Por supuesto, un reproductor especial es necesario para poder usar estos soportes, pero en aquellos tiempos no era difícil hacerse con equipos adecuados, incluso walkmans. Por cierto, ¿Spivak? Ocho cintas de 45.

Pigeon Express. Un grupo de colegas se alquila equipo para ir de rafting a un río bravo. El monitor observa el grupo de aventureros desde lo alto de la garganta, y toma fotos de muy buena calidad de sus peripecias. Al terminar de disfrutar de su lucha contra rápidos y remos, pueden comprar un simple "memory stick" con todas esas imágenes, bajarlas a su ordenador, e incluso imprimir las mejores en excelente papel fotográfico para impresionar a las visitas.
Tan sólo la tecnología es nueva; este tipo de servicios se ha venido realizando desde hace bastantes años sin el uso de las ondículas: En la "antiguedad", los monitores usaban los ya-casi-olvidados carretes fotográficos. Una vez éstos completos, los colocaban convenientemente resguardados atados al cuello de una paloma mensajera. Ésta regresaba al establecimiento en unos minutos con su preciosa carga, y allí se encargaban de revelar las fotografías para que el grupo de rafteros (¿se dice así?) pudiesen verlas antes de decidir cuáles se quedaban.